miércoles, junio 28, 2006

El destino: casualidades, coincidencias, circunstancias.

Antes del dramático partido de España, mi objetivo era el siguiente. Disfrutar de la victoria, llegar a casa bien borracho y escribir un artículo sobre los cientos de temas, películas y directores que me rondan la cabeza. También había pensado en pillar con alguna francesa abatida por la derrota gala, pero mis planes, desde el primero hasta el último, se han ido al traste.


Llego a casa triste, en ningun caso sorprendido, por el resultado del partido. Intento escribir algo interesante, y no puedo. Sin embargo, recuerdo que tras el encuentro, en la puerta del bar, hablamos de las decisiones arbitrales, de los pequeños errores, de como una decisión encadena otra decisión, y ésta encadena otra y otra y otra. Y hablamos de que todas ellas podían haber sido de otra forma simplemente por una opción en un pase, por un mal despeje, o por tropezar cuando no debes. Todo es casualidad, y causalidad. Todo es al fin y al cabo, circunstancia. Y el futbol, por supuesto, no escapa a estas reglas. Como diría Ortega y Gasset: "El fútbol es el fútbol, y sus circunstancias".


En el cine, igualmente, todo es cine y circunstancias. Desde las explícitas casualidades que aparecen plasmadas en un guión (avatares de los protagonistas, manejo del tiempo...), hasta circunstancias personales del guionista a la hora de elaborar el guión (talento personal, estado de ánimo...), pasando por circunstancias del rodaje, de la elección de los actores, de la promoción de la película, selección de la banda sonora... Así, como veis, hasta el infinito. Todo es circunstancia.


Lejos de elaborar un discurso filosófico, que por otra parte me encantaría, me voy a limitar a recomendar una película. Tal y como hemos visto, toda obra está terriblemente marcada por sus circunstancias, pero en este caso me refiero a una película que hace de "la circunstancia y la casualidad" la base de su argumento. Digamos que es una película en la que la protagonista en "la casualidad".


CORRE LOLA CORRE (Tom Tykwer, 1999), cuenta la historia de cómo una joven alemana (Franka Potente) tiene que conseguir, contrarreloj, una elevada suma de dinero para salvar la vida de su novio, envuelto en un asunto de drogas. Se trata de una carrera frenética en busca de la salvación, donde las decisiones, el tiempo, la suerte, o incluso Dios, tendrán la última palabra.


Es una película minimalista en todos los sentidos. Pocos escenarios, pocos personajes, pocas escenas... hasta la música (techno alemán) es claramente minimalista. Supone un ejercicio narrativo, por lo menos, interesante y divertido. Berlín aparece de modo espléndido coloreando la desesperada carrera de la protagonista, que nos involucra zancada a zancada en su misión casi suicida. Una calle equivocada o una decisión precipitada pueden hacer que el plan de Lola se vaya al traste.


Y esto, mira tú por donde, me recuerda otra vez a la selección española...


En el próximo artículo hablaremos de cine. Esta noche me faltan fuerzas.

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